viernes, 12 de septiembre de 2008

ANÉCDOTA INVITADA

Una sonrisa camino a la escuela
Por Feliciano Liranzo
Había una vez una niña de unos 14 años de edad, que todos los días de lunes a viernes, pasaba por nuestra casa en el 17.
TODOS los días iba camino a la escuela, y como la casa quedaba frente a la verja del recinto escolar, ella tenía que pasar por el frente de la vivienda. Era muy bonita y yo me conformaba con sonreírle cada vez que ella pasaba camino a la escuela.
A decir verdad, ella con 14 años y yo con 18, lo que buscaba era ser simpático, amigable, con la niña que ni siquiera reaccionaba.
Estábamos recién mudados desde Hondo Valle en el lejano sur, y siempre nos enseñaron que había que tratar bien a los demás y sonreírles.Y eso era precisamente lo que intentaba hacer con la joven de esta historia, quien era hija de una profesora que impartía docencia en la escuela Max Henríquez Ureña, cercana a mi casa.
Pero la niña nunca respondió a aquel gesto de amabilidad y cortesía. Nunca dijo algo ni bueno ni malo. Aunque, un día vi una sonrisa leve dibujada en su rostro y ya yo creía que las cosas iban a cambiar. Y por fin un humilde muchacho de pueblo iba a tener su primera amistad con una joven de la ciudad.
Pero, eso nunca pasó y un año después la joven del camino a la escuela, empezó sus estudios de bachillerato en un colegio, creo que de la Capital. Lo único que supe fue que ella vivía en un sector exclusivo cercano al mío llamado Gringo, que se llamaba Miguelina, y que era hija de una profesora de nombre Petra y un médico llamado popularmente como, Doctor Reyes.
Cuatro o cinco años más tardes, 1982, volví a encontrarme con la chica del camino a la escuela, esta vez en un escenario diferente. Hablo del Grupo de Jóvenes de la Parroquia San Agustín, de Haina, donde ella fungía como coordinadora.
Allí, ella era muy querida por los integrantes de la institución juvenil. Era una especie de líder juvenil de la iglesia católica de Haina y era muy respetada por los niños, jóvenes y mayores. Además, gozaba del aprecio de la comunidad.
En el Grupo de Jóvenes fuimos muy buenos amigos, y era mi jefa, cuando yo integraba el equipo encargado del mural informativo del grupo, junto a Jesús Polanco (El Mello), Miguel Wisky y José Mateo (Meca).
Hoy, Miguelina Reyes sigue siendo muy eficiente y agradable. Es muy querida por quienes la conocemos y es funcionaria de la Universidad Apec en el Distrito Nacional. Ella es madre de dos adolescentes y sigue siendo una persona muy humanitaria.
Recuerdo que una vez en una convivencia, le recordé aquellos tiempos cuando ella iba camino a la escuela. Aproveché la ocasión para preguntarle qué pensaba cuando yo le sonreía al pasar frente a mi casa. Y esto fue lo que me dijo que pensaba:
“Ahí viene el necio ese otra vez”.
*Historia cortesía de haina17.blogspot.com

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