jueves, 12 de marzo de 2009

ANÉCDOTAS DEL SUR PROFUNDO

HISTORIAS DEL CIEGO:
Piedras con ojos

Por: Carlos M. Liranzo M.
Incontables historias se escuchan en los patios de Hondo Valle, pero las historias del Ciego son únicas. Este señor de nombre Polito, y que nadie solía conocer dicho nombre ni de donde venía, se paseaba por las calles de Hondo Valle, pueblo que conocía ‘como la palma de su mano’, en sentido figurado.


Algunos dicen que nació ciego, otros alegaban haberlo conocido cuando veía, y otros se atrevían apostar que no era ciego completamente. “Ese ciego ve”, era una expresión muy usada para referirse al ciego Polito.
Varias veces fue a la casa de los Liranzo, en busca de algo de comer, y Doña Elena solía tener largas conversaciones en la cual el Ciego parecía tener puntos de vistas mucho más avanzados que el crédito que recibía por su inteligencia. Razonaba, que su ‘condición de ciego’, no le daba licencia a los habitantes del pueblo para burlarse de él, y que los que se burlaban eran mucho más ignorantes que él.
Más en el mero fondo, a Polito les gustaban los relajos del pueblo. Quizás era una manera de contarse entre la población activa y lo que es más, ser el centro de atracción de un espectáculo que solo terminaba con la intervención de las autoridades armadas.
Tambien le daba la oportunidad al Ciego de ‘ejercitar su potente brazo’, pues ni Ángel María (Maró) tiraba una pelota de béisbol a la velocidad que Polito tiraba una piedra.
Pero ¿de qu se trataban las bromas?, algunas eran muy pesadas, tales como: halarle el pelo o la barba mientras dormía, asustarlo mientras descansaba, y cosas por el estilo. Más la mayoría eran cosas que solo servían de diversión tanto a los que las vociferaban, como para el Ciego, quien esperaba aquel momento de acción con anhelo. Desde un nombre raro, hasta un adjetivo calificativo, todo se valía.
“Ciego…bajo a’ mia’o” ¡y comenzaba el corredero y el tiradero de piedras!
Un día en una de esas batallas campales, nos encontrábamos adentro de la casa junto a una vecina que vino a visitar a mi mamá Doña Elena. ‘Dentro de la casa’ era el lugar para niños y mujeres, solo los hombres, tenían el valor de salir a bregar con las ráfagas del ciego, estas piedra tenían que alcanzar las 90 millas por hora. En esto, a la vecina se le ocurre mirar ‘por una rendija de la casa’ ¡cuando una piedra acertó en la misma rendija que ella miraba!
El impacto fue tan fuerte, que la vecina casi se cae para atrás, y aunque no tuvo ningún problema en el ojo, la acción fue suficiente como para que nunca más se le ocurriera ‘mirar por las rendijas’, cuando El Ciego Polito, brindaba sus acostumbrados conciertos de pedradas que sí parecían tener ojos.
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