miércoles, 25 de noviembre de 2009

MEMORIAS DEL EMIGRANTE

El Reloj casi Perdido
UN SÁBADO en la mamañana en el 17 de Haina, el sector donde morábamos era extraordinario. Todo el mundo lo deseaba… y en la tarde a jugar pelota en el exclusivo patio de la escuela Max Henríquez Ureña. Un espacioso campo de juego, donde dar un jonrón no era cosa de muchachos.
La meta era llevar la bola hasta más allá de la verja
del recinto escolar, es decir al otro lado de la calle que nos dividía con la Refinería Dominicana de Petróleo. ¡Eso era casi imposible!
Otro lugar de atracción en el 17 adentro, era la esquina donde quedaba la casa del ahora síndico de Haina, cerca de donde vivían los Wilmo… era la calle de doña Juana.
Allí se reunía un nutrido grupo de jóvenes y no tan jóvenes, a matar el tiempo, a charlar y claro a mirar a las muchachas cuando las mandaban a comprar algo al colmado de Fano. Claro, quienes comandaban más por ese lado del 17 eran los hermanos Wilmo, Darío, Fernando, Máximo y Flavio… también, el Inspector, y por supuesto Jesús.Y de éste último quiero hacerle esta historia que sucedió en aquella esquina.
Para no aburrirnos y poner el grupo en órbita, reté a Jesús, quien era un muchacho muy intrépido y siempre decidido a todo, a que no se bebía un pote de Brugal sin despegarse de la botella. Apostamos mi hermoso reloj, que era mi joya favorita, y con un significado muy importante, ya que los adquirimos Blas y Yo de una monja muy buena gente llamada Sor Esther, a quien Blas le daba clases en el Padre Billini.
La religiosa nos ayudó aconseguirlo a un bajo costo y en varios pagos pequeños. Ya ven ustedes ¡cuánto apreciaba aquel artefacto! Pero yo estaba seguro que iba a ganar la apuesta a Jesús. Tan seguro que a cambio no iba a recibir nada si Jesús perdía. Él solo tenía que comprar el ron que era para todo el grupo. Y yo me preparaba para reirme cuando éste estuviera borracho.
Jesús empezó a beberse el fuerte alcohol y de repente la situación se ponía tensa, porque no le faltaba mucho, mientras yo esperaba que se despegara de la botella, pero esto nunca sucedió y ya me preparaba mentalmente para andar sin mi querido reloj.
Cuando le quedaba el último traguito, Jesús empezó a hablar estropajosamente, como los verdaderos borrachos y empezó a vomitar hasta lo que no se había comido. Y la cosa se puso color de hormiga porque yo alegaba que le faltó un traguito… mientras todos en el grupo concordaban en que yo tenía que entregarle el reloj a Jesús, debido al gran esfuerzo que hizo.
En verdad perdí el reloj… pero me la ingenié para que todo se olvidara. mientras Jesús se tambaleaba hablando como los borrachos y exigiendo que le entregara su reloj. Claro, no podía reírme porque mi situación era seria.
Al final entre amigos todo se vale… y solamente me pusieron como castigo comprar un litro de Brugal Añejo, que para ese tiempo costaba unos once o doce pesos... un dineral en aquel tiempo.... pero que con mucho gusto accedí, ya que me salía más barato que deshacerme de mi reloj... casi perdido.
Feliciano Liranzo.
hondovallesur@hotmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario