viernes, 11 de diciembre de 2009

PALABRAS VIVAS

¿Cuál es tu precio?

Hace algún tiempo, me encontraba sentado debajo de un árbol en mi hora de almuerzo y se me acercó una joven. Puesto que trabajábamos en la misma compañía, ya habíamos conversado antes. Conocía que ella era una muchacha trabajadora, exitosa en su carrera y, según ella, 'afortunada en el amor'.
Sabiendo todo esto, me pareció un poco extraña su preocupación, porque mirándome con ojos de tristeza me interrogó: ¿Te has preguntado alguna vez cuál es tu precio?.Honestamente le contesté que no y agregué:
-¿A qué se debe tu pregunta?...
Ella contestó: “Estaba leyendo en un libro, acerca de ‘la conciencia humana’, y allí se afirma que todos tenemos un precio”.
Ella continuó: “entonces esto significa que yo tengo un precio, y que si me pagan ese precio...yo me vendo”.
¿Sabía usted que esto no es nuevo? Desde el comienzo de la creación de la humanidad, Eva le puso precio a su perfección...’Una fruta prohibida’, la cual reiteradamente el Creador le había dicho que ‘no debía tocarla’. “Pero en cuanto a [comer] del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho: ‘No deben comer de él, no, no deben tocarlo para que no mueran’”. (Génesis 3:3). Adán, también decidió vender su perfección por un precio diferente: 'una mujer'. "Después dio de este también a su esposo cuando [él estuvo] con ella, y él empezó a comerlo”. (Génesis 3:6). Satanás, el responsable de aquella catástrofe que acabó con la perfección humana y en ese mismo acto ‘trajo la muerte’, quiso hacer claro su punto atacando al fiel patriarca Job. Después de haberle quitado sus diez hijos, le dijo a Jehová Dios: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. (Job 2:4). El fiel Job y más luego Jesucristo, probaron que nosotros somos capaces de no vender por ningún precio nuestra lealtad, y sin importar el precio que se nos pague, nuestra resolución siempre será la misma: “mucho más alto que el precio a pagar”.
Debemos estar preparados para imitar nuestro mayor ejemplo de fidelidad. Jesucristo fue ese ejemplo, pero aún conociendo Satanas quién era él, no lo dejó. Después de pasar las pruebas de hambre y de lealtad a Dios en el desierto, la Biblia dice: ”De modo que el Diablo, habiendo concluido toda la tentación, se retiró de él hasta otro tiempo conveniente.” (Lucas 4:13).
Nunca confiemos en que el pasar una prueba nos hará leales por siempre, debemos estar listos 'siempre' para mantener un precio inalcanzable por nuestra lealtad. ¿Tiene usted un precio?... Aquella joven estaba convencida de que su precio era alcanzable, pues al tratar de explicarle que ella podía poner su propio precio, ella preguntaba: "¿Y si me dan más de lo que yo creo que valgo?"
...Con pensamientos negativos como estos, lo más probable es que usted se venda al mejor postor... Yo espero que usted tenga una respuesta más firme y convincente, para cuando alguien le pregunte: "¿Cuál es su precio?”

Carlos M. Liranzo M. hondovallesur@hotmail.com

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