jueves, 14 de enero de 2010

PALABRAS VIVAS

Resultados catastróficos
“Se tomaron la justicia en sus propias manos… Jueces defensores de la justicia”
En un artículo anterior, resaltábamos el peligro ‘de tomarse la justicia en sus propias manos’, también hablamos del valor de confiar esta función a jueces capacitados, con cualidades de no solo ver ‘el hecho cometido’, sino también la capacidad de evaluar la condición física y mental del individuo en cuestión.
Desde el comienzo de la sociedad humana imperfecta (después del pecado de Adán y Eva), Dios estableció jueces para el difícil trabajo de juzgar a su pueblo. Através de todas las Escrituras encontramos hombres que hicieron ese trabajo con tenacidad y eficacia, también vemos ejemplos de algunos que decidieron tomarse “la justicia en sus propias manos y los resultados fueron catastróficos.
En esta entrada hablaremos específicamente de Moisés y su suegro Jetro.Cuando Moisés, obedeciendo las órdenes de Jehová, libró al pueblo de Dios de la esclavitud que sufrían en Egipto, tuvo que enfrentarse a nuevos retos. Aunque este ‘Caudillo’ estaba preparado para ‘juzgar al pueblo’, pues la Biblia menciona que “Moisés era con mucho el más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo” (Núm. 12:3), la cantidad de personas que tenía que escuchar diariamente para ‘elaborarle un juicio’, lo estaban consumiendo; por lo tanto, necesitaba ‘un nuevo plan’ para no desgastarse completamente.
La ayuda vino de su suegro Jetro, quien vio la difícil situación en que se encontraba Moisés. Leamos el relato directamente de las Santas Escrituras en el libro de Éxodo 18:17-23:
“Ante esto, el suegro de Moisés le dijo: “La manera como lo estás haciendo no es buena. De seguro te agotarás, tanto tú como este pueblo que está contigo, porque este negocio es una carga demasiado grande para ti. No puedes hacerlo tú solo. Escucha ahora mi voz. Yo te aconsejaré, y Dios resultará estar contigo.”
Afianzando la autoridad que Moisés ejercía sobre el pueblo, Jetro agregó:
“Tú mismo sirve de representante al pueblo delante del Dios [verdadero], y tú mismo tienes que traer las causas al Dios [verdadero]. Y tienes que advertirles acerca de lo que son las disposiciones reglamentarias y las leyes, y tienes que darles a conocer el camino en que deben andar y el trabajo que deben hacer”.
Entonces, haciendo alusión a la difícil tarea de “juzgar al pueblo”, recalcó la calidad de hombres que habían de designarse en dichos puestos: “Pero tú mismo debes seleccionar de entre todo el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres dignos de confianza, que odien la ganancia injusta; y tienes que establecer a estos sobre ellos como jefes sobre millares, jefes sobre centenas, jefes sobre cincuentenas y jefes sobre decenas. Y ellos tienen que juzgar a la gente en toda ocasión apropiada; y tiene que suceder que toda causa grande te la traerán a ti, pero toda causa pequeña ellos mismos la manejarán como jueces. Así hazlo más ligero para ti, y ellos tienen que llevar la carga contigo. Si haces esta misma cosa, y Dios te ha mandado, entonces ciertamente podrás soportarlo y, además, todo este pueblo vendrá a su propio lugar en paz”.
Era evidente que la manera como Moisés estaba juzgando al pueblo, no solo se hacía pesado para aquel líder, sino que también estaba agotando al pueblo que tenía que esperar con paciencia a que Moisés juzgara hasta los casos más insignificantes.
La nueva medida permitiría justicia administrada por hombres ‘capacitados y odiadores de ganancias injustas’, sin tener que sacrificar ‘la paz’ que le quitaba la tediosa espera de aquel largo proceso.Estas medidas, que contaron con el apoyo de Jehová Dios, mejoraron sobremanera la aplicación del código de leyes perfectas que el mismo Dios había puesto en las manos de su representante Moisés y sirvieron como patrón a los nuevos jueces en generaciones posteriores.
En nuestra próxima entrega veremos un caso en donde algunos decidieron “hacer justicia con sus propias manos” y los nefastos resultados.
CARLOS M. LIRANZO M. hondovallesur@hotmail.com

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