viernes, 24 de junio de 2011

MEMORIAS DEL EMIGRANTE

Una actividad de expectativas





Quien suscribe, en el cumplimiento del deber pasó un momento difícil, al asistir recientemente a una actividad laboral, el cual paso a compartir con ustedes amigos lectores.


Resulta que en la institución donde laboro, mi jefe inmediato me llama y me entrega una comunicación donde me indica que debo asistir al día siguiente a una actividad sobre una consulta multisectorial auspiciada por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, conjuntamente con las Naciones Unidas.
He participado en varias ocasiones, en eventos de esa naturaleza pero nunca en el Palacio Nacional como era a la que me asignaban.

Solo el lugar donde iba quizás me creó tensión y de una vez comencé a prepararme mentalmente y pensar cómo debería ir ataviado. Se trataba de representar, en la sede de la presidencia de la República, al administrador de la institución donde laboro.

Pues como soldado obediente, en eso de las cuatro de la tarde de ese día ya estaba listo para partir en vista de que la actividad era a las 5:00 p.m. y como los estacionamientos en ese lugar son un problema de causa mayor, decidí ir en taxi.

Todo marchaba bien, pero a cinco minutos de partir comenzó una lluvia tan abundante que al taxista se le dificultaba conducir, caramba, yo que no tomé un paraguas, porque aunque estaba nublado, no pensé en la lluvia en mi programa de actividades.

Cuando llegamos al Palacio y vamos a entrar por la puerta principal, nos dicen que no debemos ingresar por ahí, que debería ser por la recepción. El taxista bajo lluvia logra doblar en U cosa que vi fuera de la ley y más en ese lugar, pero no dije nada.

En la recepción el chofer busca un lugar donde desmontarme para que no me mojara, pero resulta que no había un área que reuniera esa condición, por lo que después de dar algunas vueltas y aún la lluvia más fuerte, le dije al chofer que se detuviera que me iba a desmontar aunque me mojara un poco.

Al detenerse, quise desmontarme muy rápido para mojarme lo menos posible y ahí estuvo mi error. Al cerrar la puerta me di un fuerte golpe en la frente, muy cerca del ojo derecho, que estropeó una de las patitas de los espejuelos que siempre llevo. Ya bajo techo en la recepción me paso la mano por donde me di el golpe y me la veo con mucha sangre.

Justamente en ese momento, me dice una señora que estaba sangrando mucho y comenzó a preguntarme qué me había pasado. Le expliqué y las empleadas de la recepción me auxiliaron con alcohol y otros asuntos de primeros auxilios y lograron detener el sangrado.

Luego de presentar los papeles para la actividad donde iba, me chequearon y me pusieron el distintivo que ameritaba. Luego, me dijeron que me sentara hasta que la lluvia calmara ya que para ir al Salón Verde, donde era la actividad había que llenarse de lluvia y yo no tenía ni paragua.

Después de más de una hora de estar en el lugar, el golpe estaba cada vez más hinchado y la lluvia sin ceder nada, al contrario más fuerte aún. Ya estaba decidido a ir a mi casa para llegar a la próxima clínica a que me vieran el golpe. Bueno, como Jehová Dios nunca se olvida de sus hijos y menos en momentos difíciles, apareció en esos momentos un amigo en su vehículo que fue a buscar a su esposa que trabaja en el indicado lugar, y después de saludarnos y explicarle lo que me pasaba y mi propósito allí, le dije que si me daba un empujón en su vehículo se lo iba agradecer.

Luego de casi dos horas en el lugar, partí a mi hogar con el amigo y soportando varios tapones y lagunas de aguas provocadas por una lluvia que no cedía ni un ápice, llegué a mi hogar dispuesto a esperar el momento adecuado para visitar la clínica más cercana y quedar con el recuerdo de una actividad que deseaba asistir para cumplir con mi deber, pero que realmente no se pudo.

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