viernes, 21 de mayo de 2010

MEMORIAS DEL EMIGRANTE

El aplauso sorpresa

POR: BLAS LIRANZO LORENZO
Este es el país de las maravillas... las jocosidades y situaciones que se presentan a diario en la Capital de la República Dominicana y otros pueblos del país pudiera ser excelente material bibliográfico para escribir varios libros.
Estas se presentan en todas las vertientes, ya sea en el aspecto políticos, con los funcionarios gubernamentales, los chóferes públicos, las guaguas de concho, entre muchísimos sectores más.

Escuché recientemente, una entrevista con dos famosos humoristas, perdón, comediantes, ya que humoristas hay muy pocos en el país, que decían que para la producción de sus programas ellos de vez en cuando se montaban en las guaguas del concho y con las ocurrencias de los pasajeros encontraban materias primas para la producción. Yo entiendo que esta es una realidad, ya que no importan los problemas ni mucho menos la crisis mundial, como quiera el dominicano tiene su peculiaridad para afrontar cualquier situación.

En día pasado, montado en una guagua del concho, se presentó una situación jocosa, donde uno de los protagonistas fue quien suscribe. Resulta que como a las diez de la mañana pedí permiso en mi trabajo para ir a una farmacia en la avenida Máximo Gómez a comprar una medicina, partí en una guagua del concho, ya que ustedes saben que muchas veces es mejor ir así y no bregar con los agentes de tránsito o con los estacionamientos, los cuales siempre son muelas de gallinas en esta capital.

Bueno, en la guagua compartí el asiento con una señora de esas que le gusta comer o degustar algún dulce en esos tipos de vehículos. Cuando llegamos a uno de los semáforos de la avenida nos arroparon los vendedores ambulantes, ofertaban chocolates, mentas, quesos, galletitas, frutas, entres otros productos. El hecho fue que la señora compañera de asiento compró tres guineos maduros, bastantes grandes y bonitos e inmediatamente les entró ‘a dos manos’ a degustarlos, mientras yo al lado solo sentía el olor de esas frutas.

Un poco antes de pedir mi parada la mujer ya había terminado de disfrutar su fruta y le dice al cobrador – “Cobrador, toma estas cáscaras de guineos para que la tire en una pila de basura que encuentres”. Ella se refería a las fundas llenas de desperdicios que muchas veces a esa hora de la mañana adornan la ciudad. El cobrador no le hizo caso, al parecer estaba concentrado en montar más pasajeros y no tomó las cáscaras, pero como les conté yo estaba a punto de quedarme y le dije a la señora, -“Doña deme las cáscaras que yo me quedo en la próxima parada y puedo encontrar un lugar adecuado para tirarlas”.

La señora me miró medio indecisa y me dio las cáscaras, las cuales estaban al granel y un señor al parecer ecologista o defensor empedernido del medio ambiente dijo –“Un aplauso para ese señor, por lo que acaba de hacer”; y el grupito que estaba cerca de él y la misma señora aplaudieron, pero no pude oír los comentarios que hacían al respecto, ya que en ese momento llegué a la parada.

Después reflexionando al respecto, pensé en las peculiaridades del dominicano, y a la vez de que ese fue un aplauso inesperado, sorpresivo e inmerecido, pero a la vez gratificante, ya que esa acción de llevarse las cáscaras de las bananas cualquiera de los integrantes del equipo humano de esta página y mucho de los lectores lo hubiera hecho.
Solo hay que hacer conciencia de lo que significa el medio ambiente y la naturaleza para la vida y así contribuir en pro de su defensa en todas las situaciones que se presentan. Compré la medicina en la farmacia, luego de regreso abordé el metro y regresé a mi trabajo y todo el día me quedé pensando en aquel aplauso sorpresa.
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