viernes, 22 de abril de 2011

EXTRAÑANZAS

AVENTURA...
Camino a la Cabeza del Río

¿Quién no extraña un baño en La Cabeza del Río, en Rancho de La Guardia? Allí no había sol candente veraniego que se resistiera a las aguas súper frías de aquella maravilla de la naturaleza. Recuerdo cuando niño, iba como parte de las acostumbradas excursiones anuales que hacía la escuela de Hondo Valle.


Era todo una aventura. Caminábamos unos cuatro kilómetros sin cansarnos, pues teníamos toda la energía del mundo. Nadie se aburría con los compañeros y compañeras de curso.

Salían unas que otras travesuras, pero sin ir muy lejos, porque para eso estaban los eternos vigilantes: los profesores, dispuestos a enderezar a quien osase torcer el comportamiento debido.


Claro el único que se lalucía era De la Rosa, un muchacho inquieto que se robaba el show y hacía reír tanto al profesorado como al alumnado. Un viaje de estos sin De la Rosa, debería ser muy aburrido...

Todo ese trayecto a pies desde el parque hasta la misma Cabeza del Río, necesitaba de alguien alegre.


Una visita a La Cueva.

Lógicamente estamos hablando de la hermosura natural de La Cueva situada a escasa distancia de la Cabeza del Río. ¡Increíble! Tanta belleza natural en un mismo pedacito de tierra.
Era imposible desligar estos dos lugares. Parecen parte de un mismo paquete. Generalmente, si usted iba al nacimiento de este río, llegaba a La Cueva a disfrutar del aire helado, las estalactitas, estalagmitas, los murciélagos volando sobre tu cabeza, la entrada a esta enorme cueva la cual tiene la particularidad de que solamente cabe una sola persona a la vez. Y esta entrada no está en la entrada… me explico…
Para ir a la Cueva es todo una aventura que hasta encierra algún peligro por lo que es prudente pisar firme para subir mediante cuerdas naturales (bejucos) por una empinada colina de piedra. No conocí caso alguno de alguien que se cayera desde allá arriba, y claro está, el que se deja caer no goza de esta belleza bajo tierra.
Hay que mencionar que en el trayecto entre La Cabeza del Río y La Cueva abunda la vegetación, destacándose una matita pequeña llamada Pringamoza, que pica despiadadamente en el cuerpo, tan solo con un leve toque a la misma.
Muchos y muchas excursionistas tuvieron que terminar allí mismo su día de campo, tras ser abrumados con el toque de la Pringamoza. La picazón es insoportable y la piel afectada se hincha y se llena de salpullidos. Con todo esto, este arbusto es parte de las aventuras de un viaje a este histórico y precioso lugar.
Una vez tú subes a tierra firme… yo diría a piedra firme, por lo pedregoso del área, te encuentras con la antesala de la cueva, que es un espacio semi oscuro, en forma de una gran sala de espera donde todavía entra escasamente la luz solar. Los responsables de excursiones aprovechaban esta parte de la cueva para esperar a quien se había retrasado por el empinado lugar
Allí puedes ver, en las paredes pedregosas, un poco de arte rupestre de los indígenas que fueron los primeros habitantes de la isla. Este arte se pierde entre el tiempo y el “arte moderno”, que son los grafitis y nombres de todos los que han pasado por allí que quieren dejar su recuerdo plasmado en este sin igual lugar.
En esta antesala podrás ver nombres de personas que conoces, y desconocidos por los tantos años que han tenido las visitas… algunos declaran su amor por su amada en dichas paredes escribiendo “te amo fulana”… o simplemente “por aquí pasó fulano”.
Una vez adentro prepárate para ver lugares impresionantes. Sí… después que tú pasas la puerta oficial de La Cueva, llamada por todos los visitantes como “La Boca del Viento”, debido a que se siente una gran corriente de aire, que frecuentemente apagaba las velas y lumbres naturales que llevaban los excursionistas.

La Boca del Viento era el punto de partida de una gran aventura bajo tierra. Increíblemente porque por esta puerta angosta había que entrar incómodamente, retorciendo el cuerpo y revistiéndose uno de valor, debido a que es natural el miedo a la oscuridad, el miedo a lo desconocido…
Pero resultaba, que después que uno lograba pasar la boca del viento, una gran sala se abría a tus pies, como si estuvieras al aire libre. El techo rocoso de la cueva está bien alto en esa parte de, lo que da la impresión de que estás en un gran castillo oscuro.
Desde ahí en adelante empiezas a adaptar tu vista a la oscuridad y a sentir que es suficiente con la luz de linternas, cuabas y velas… y empiezas una larga caminata como si estuvieras explorando de noche un campo de piedra, lodos y humedad.
Cuartos pequeños a la derecha, cuartos grandes a tu izquierda, una bajada o cuesta a la que tienes que deslizarte con cuidado, cruzar un pequeño rio bajo tierra, las piedras blandas con las que puedes hacer figuras y que se endurecen cuando sales al suelo exterior, son algunas de las inolvidables experiencias que vas a tener cuando visites esta enorme cueva, que guarda en su interior miles de historias. Y después que haya pasado un tiempo, también extrañarás aquellos momentos memorables, que pasaste en esta maravilla de la naturaleza de Dios. Autor: Feliciano Liranzo
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