¡Aaah! Esas Chinas...Hova Imagen
Por: Feliciano Liranzo
Era sábado. El ardiente sol anunciaba la llegada de una hermosa tarde de verano. Un tiempo precioso para ir a comer Chinas.
Era sábado. El ardiente sol anunciaba la llegada de una hermosa tarde de verano. Un tiempo precioso para ir a comer Chinas.
Punto de reunión: el Parque.
Cantidad de tigres: ocho o nueve.
¿Dije tigres?, ¡perdón! Jóvenes con deseos de quemar un poco de energía, caminando por ahí… por esos hermosos paisajes de Hondo Valle.
Lugar escogido: la primera mata de china que encontremos… no importaba… las excusas vendrían después de comerlas.
¿Por qué Chinas?: ¡A falta de Mangos… Chinas!
Cantidad de tigres: ocho o nueve.
¿Dije tigres?, ¡perdón! Jóvenes con deseos de quemar un poco de energía, caminando por ahí… por esos hermosos paisajes de Hondo Valle.
Lugar escogido: la primera mata de china que encontremos… no importaba… las excusas vendrían después de comerlas.
¿Por qué Chinas?: ¡A falta de Mangos… Chinas!
¡Bueno! Manos a la obra… digo… a las Chinas.
No fue fácil encontrar una mata de China… la cosecha se estaba acabando. Así que en lo que se ideaba un plan, no caía mal un chapuzón en un charco del río, en la parte que quedaba un poco más allá de donde vivía doña Marina y doña Matilde.
El charco era famoso, pero caramba no me recuerdo del nombre…
-“No se olviden de las Chinas”… gritó uno de los ocho o nueve. Y entonces alguien recordó que había una que siempre estaba repleta a unos 500 metros, río abajo.
Dos del grupo conocían la mata de referencia, y hasta aseguraron que la mata no tenía dueño, porque estaba muuuuy cerquita de la orilla del río.
No fue fácil encontrar una mata de China… la cosecha se estaba acabando. Así que en lo que se ideaba un plan, no caía mal un chapuzón en un charco del río, en la parte que quedaba un poco más allá de donde vivía doña Marina y doña Matilde.
El charco era famoso, pero caramba no me recuerdo del nombre…
-“No se olviden de las Chinas”… gritó uno de los ocho o nueve. Y entonces alguien recordó que había una que siempre estaba repleta a unos 500 metros, río abajo.
Dos del grupo conocían la mata de referencia, y hasta aseguraron que la mata no tenía dueño, porque estaba muuuuy cerquita de la orilla del río.
–“¡Oh! Es la mata que siempre respetamos porque son más agrias que el limón”. Dijo uno.
No había opción… no habían Mangos todavía… así que allá nos fuimos.
No había opción… no habían Mangos todavía… así que allá nos fuimos.
Y no lo van a creer: las Chinas estaban dulces, porque estaban bien maduras.
Pero tampoco lo van a creer. En el momento menos esperado y sentaditos los ocho… o nueve… llegó el dueño y señor de las Chinas… ¡Ah! Y estaba enojado, aunque no creo que iba a pelear con todo el grupo de ocho o nueve… a pesar del machete… porque uno de los jóvenes era muy fuerte… además ese día estaba muy hermoso, para ponerse uno a pelear.
Pero no van a creer esto… yo tampoco lo creía…
Pero tampoco lo van a creer. En el momento menos esperado y sentaditos los ocho… o nueve… llegó el dueño y señor de las Chinas… ¡Ah! Y estaba enojado, aunque no creo que iba a pelear con todo el grupo de ocho o nueve… a pesar del machete… porque uno de los jóvenes era muy fuerte… además ese día estaba muy hermoso, para ponerse uno a pelear.
Pero no van a creer esto… yo tampoco lo creía…
El señor se dirigió a mí… con amenazas de darme una ‘buena pela’… Ya para ese entonces las chinas me sabían agrias...
Pero, ¿por qué a mí si éramos ocho o nueve? ¿Acaso porque era el más pequeño?... Pobrecito, no sabía cuánto podía yo correr.
-“Hoy mismo voy a hablar con Elena”… dijo el señor.
¡Uyy! A esa sí que la conocía muy bien… (Mi mamá).
Y el hombre siguió diciéndome:
-“Tú no tienes necesidad de comer Chinas a escondidas aquí”…
¡Qué sorpresa! Y le aseguro que no sabía nada… si no me lo dicen ¿Cómo voy a saberlo?
Las Chinas pertenecían al señor que nos hablaba. Y el señor que nos hablaba… era nada más y nada menos que mi querido tío Don Francisco Montero (Chachito). {In Memoriam}.
¡Uyy! A esa sí que la conocía muy bien… (Mi mamá).
Y el hombre siguió diciéndome:
-“Tú no tienes necesidad de comer Chinas a escondidas aquí”…
¡Qué sorpresa! Y le aseguro que no sabía nada… si no me lo dicen ¿Cómo voy a saberlo?
Las Chinas pertenecían al señor que nos hablaba. Y el señor que nos hablaba… era nada más y nada menos que mi querido tío Don Francisco Montero (Chachito). {In Memoriam}.
¡Bueno!, les cuento que después de la experiencia o del susto, y una amenza de 'una pela de calzón quitáo', no volví a manguear o a chinar, que no fuera en los conucos de mis tíos, donde podía tirar todas las piedras que quisiera. Mi lugar favorito: La Cerca, donde mi abuela Carmita (Nenena) tenía tierras al lado de un río... allí con Moreno y Carlos, mis hermanitos, junto a mis primos Adairma, Elva Nidia, Fonzo, Fernelis y Héctor, nos gustaba caminar descalzos en el agua.
¡Uuy! y ni hablar de las matas de mangos de mi tía Teófila y don Montero. Eso sí, había que saber esperar por el bondadoso viento, porque aquellas matas de mangos eran kilométricas. Casi llegaban a las nubes.
(Tu comentario a: hondovallesur@hotmail.com)