Es una rutina diaria de nosotros los padres el afanarnos para que nuestros hijos sean hombres de bien, y entre las muchas cosas que hacemos por ellos, está el conducirlos a hablar la verdad ‘en todo tiempo’ (Zacarías 8:16), aún y cuando al decirla, causemos dolor a alguien o a nosotros mismos en el acto.
Obviamente, puede resultar casi imposible enseñar lo que no practicamos, por eso, independientemente de la fuerza que nos impulsa a hacer lo que es malo, nos esforzamos por dar “un buen ejemplo a nuestros hijos”.
Entonces… ¿Por qué se nos hace tan difícil aceptar cuando no tenemos la razón? Quizás naturaleza humana, inclinación mala del corazón, que nos persigue desde ‘la misma juventud’. La Biblia menciona: ”…porque la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Génesis 8:21)."
El errar es de humano", hemos escuchado esta frase miles de veces, pero no por ello debemos apegarnos a una cosa que ‘sabemos’ con anticipación, que está mal y aferrarnos tanto que “la defendemos a capa y espada”.
¡Que bonito sería, que cuando estemos equivocados tengamos el valor de decir: “Yo estoy equivocado”. No tratemos de hacer ‘algo bueno de algo malo’, porque los hechos no cambian sin acciones.
Si deseamos cambiar algo, el primer paso que debemos dar es admitir nuestros errores.
Luego, tenemos que tratar de reparar el daño causado por nuestras acciones, lo que tal vez incluya ‘el pedir perdón a la persona afectada’, algo que muchos ‘no estamos acostumbrados’.
Solo así, tendremos la oportunidad de empezar de nuev, y enseñar buenas acciones ‘con nuestros ejemplos’. De seguro que usted no solo se ganará el respeto de sus hijos y de los que les observan, sino que conseguirá ganarse también, el respeto propio.
Carlos M. Liranzo M. hondovallesur@hotmail.com