POR JULIO CÉSAR LIRANZO
Alberto era uno de los muchachos vecinos de Villa Piedra. Se había “llevado” una muchacha, a pesar de ser él otro muchacho, y ambos vivían en calidad de inquilinos en una de las casitas que la vecina Doña Francia acostumbraba a rentar en las cercanías de Villa Piedra, en Calle el Medio.
Este muchacho era lo que se llama intrépido, no recuerdo haberlo visto camino a la escuela, pero era un mecánico empírico y poseía las habilidades necesarias para manejar y resolverle los problemas a una destartalada camioneta que realizaba la labor de transporte de los pedidos de una reconocida ferretería de Calle el Medio. Alberto era famoso porque no había lugares prohibidos para él, llegaba a empinadas colinas, peligrosas pendientes y angostos pasadizos con velocidades asombrosas.
Se mudó, tuve un tiempo sin verle y me sorprendió enterarme de que era el flamante nuevo conductor nada más ni nada menos que del camión de los bomberos de Haina.
Casi en el estreno de sus nuevas funciones…….. ocurre una emergencia…….suenan las sirenas…….. y allí va nuestro amigo a la velocidad del rayo…le hacen señales los transeúntes, pero la prisa y el sonido de las sirenas le impide atenderles…..
Hasta que ante tantos llamados, frena de repente y se escucha alguien decirle……
-"¡Hey bombero!……¡párese….que atrás se cayeron las dos escaleras, las mangueras están rodando y sus pobres compañeros que van ahí atrás pronto estarán en el suelo también!....
No sé qué hace ahora mi amigo Alberto…pero no es ya el chofer de los bomberos…¡No señor!
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