En el apogeo del cine Iris Sagris de Haina, mientras hacíamos la fila para entrar a una presentación artística que se celebraba un sábado a eso de las diez de la mañana, Gersin y Yo conocimos a dos hermosas jovencitas a las cuales abordamos sin perder tiempo. Nos acercamos buscando conversación.
Tan pronto inició el acercamiento nos dimos cuenta de que sus valores estaban bien definidos. Eran muy simpáticas y de buena expresión oral. Gersin y yo entendimos que valía la pena entablar alguna relación con esas dos jovencitas, ya que al parecer les habíamos caído muy bien, pues nos dieron su dirección y nos invitaron a su casa.
De una vez aclaramos la repartición, "tú con fulana y yo con fulanita".Toda la tarde estuvimos planificando la visita a esas dos beldades y lo eran de verdad, por si alguna confusión. Planeábamos sobre todo, cómo íbamos a abordar a sus padres, fue una tarde de mucha tensión y expectativas.
Con cuatro pesos en los bolsillos, lo que era un dineral para esa época, nos tiramos a la esperada conquista. Era en el barrio El Distrito de Haina, en la misma calle del Club San Antonio.
Parecía tarea fácil impresionar a la familia de nuestras recientes amiguitas, mas no fue así. Al llegar a la casa nos recibió la potencial suegra. Nos sorprendió que dos hermosos bizcochitos hayan provenido de tan desparramada torta. Era una figura grotesca que además ignoró las buenas noches con que la habíamos saludado. Eso sí, de magnífica dicción y de certeros insultos; de grandes sofismas.
-¿A quiénes buscan ustedes?
- A fulana y fulanita, ellas nos dijeron que viven aquí.
- Y… ¿qué ustedes quieren con ellas?
- Es que son dos jóvenes muy simpáticas y nosotros queremos ser sus amigos.
- Pero, ellas saben que no pueden ser amigas de todo el mundo. ¡Ellas dos tendrán que decirme para qué invitan a dos C… Sucio a esta casa… perdonándome la palabra!
- Está bien doña, que pase buenas noches y discúlpenos.
No respondió nada y tiró su puerta.
Cabizbajos y derrotados nos alejamos de allí y solo la genialidad de Gersin pudo consolarnos cuando dijo:
- ¡Ná, si esas dos carajitas se van a poner tan gordas y feas como su mamá, no nos perdemos de gran cosa!
-Sí, eso mismo pensaba yo también.
Esas frases fueron de gran consuelo. Nos fuimos para el Kilómetro 17 y nunca le contamos a nadie lo sucedido en El Distrito, hasta hoy.