Santiago Aponte era un empleado del Ingenio Río Haina. Un Señor entrado en edad, aquejado por varias enfermedades propias de la senitud. De caminar lerdo, de poco hablar; los que le tratamos de cerca a don Santiago, sabemos de su voz ronca y muy poco sonora. Jesús, en cambio era un muchacho inquieto. No perdía la menor oportunidad de hacerse sentir y jamás lo vi barajando un pleito. Era realmente inquieto.
Jesús era un poco rebelde; aunque sorprendentemente acataba cualquier consejo de nosotros y siempre estaba en aptitud de deponer cualquier actuación inapropiada, siempre que alguno de nosotros le llamara la atención. Paradójicamente, Jesús era un tipo muy preparado.
Desde muy pequeño FUE ayudante de los profesores de Mecanografía. Había terminado todos los libros de IN TUNE (Método de estudio del idioma Inglés, el más popular de la época). Cuando terminó el bachillerato, contaba apenas con unos 16 o 17años.
El Señor Santiago no estaba en calidad de mantener a raya a Jesús, era una tarea sumamente difícil para él, tomando en cuenta que tenía problemas hasta para caminar, y se necesitaba todo un ejercito para mantener a Jesús vigilado.
Una tarde, Don Santiago había castigado a Jesús, no sé por cual razón, lo que sí sé, es que el castigo consistía en quitarle toda la ropa, para que Jesús no pudiera salir. Unas horas más tarde, Santiago fue a ver a su "prisionero", llevándose la sorpresa de que Jesús se había escapado por la ventana.
Santiago se olvidó de sus dolencias en las piernas y se lanzó a la búsqueda de Jesús, artillado con un pedazo de madera y vociferando: “le voy a romper la cabeza a ese fuñío muchacho”. Se dirigió hacia el lugar donde tenía más probabilidades de encontrarlo: en el play jugando pelota. Efectivamente, Santiago no se equivocó; allí estaba Jesús, precisamente agotando un turno al bate en el que conectó tremendo batazo. Santiago se olvidó de su propósito al ver a Jesús corriendo las bases y dando saltos... y muy alegre decía: “¡Ese es mi hijo carajo, ese es mi hijo, ese va a jugá’ en grande, liga’ ”!
Santiago se olvidó de sus dolencias en las piernas y se lanzó a la búsqueda de Jesús, artillado con un pedazo de madera y vociferando: “le voy a romper la cabeza a ese fuñío muchacho”. Se dirigió hacia el lugar donde tenía más probabilidades de encontrarlo: en el play jugando pelota. Efectivamente, Santiago no se equivocó; allí estaba Jesús, precisamente agotando un turno al bate en el que conectó tremendo batazo. Santiago se olvidó de su propósito al ver a Jesús corriendo las bases y dando saltos... y muy alegre decía: “¡Ese es mi hijo carajo, ese es mi hijo, ese va a jugá’ en grande, liga’ ”!
Dionicio Liranzo. hondovallesur@hotmail.com