Por: Carlos M. Liranzo M.
LOS TIEMPOS que vivimos hoy en día, entre otras cosas, están caracterizados proféticamente, como “tiempos difíciles de manejar”, en donde los hombres serían “amadores de sí mismos… y sin cariño natural”. 2Timoteo 3:1-5.
¿Cómo pueden afectar estas dos cualidades negativas a usted y a su familia?
El ser amador de sí mismo, es una cualidad donde se impone el egoísmo y el egotismo (Consciencia desmesurada de sí mismo –Diccionario del español actual, GRIJALBO-).
Este no resulta ser ‘el amarse a sí mismo’ que envuelve el cuidarse, el darle un poquito más de importancia a su persona. Este ‘amarse a sí mismo’, es egocéntrico, en donde usted se cree el centro del universo, y en donde usted piensa que todo debe de girar a su alrededor. Su bienestar está por encima de todas las cosas, de todos los demás, y solamente importa usted.
¿Qué tal el cariño natural?
Este es el cariño que usted por obligación ‘natural’, debe tenerle a sus familiares cercanos, a sus familiares lejanos y a todo el mundo en general. Es algo que tenemos en nosotros, que sale de forma natural. Tener compasión por alguien que sufre, sentir la necesidad de alimentar a sus hijos con hambre, y cosas tan sencillas como ayudar al necesitado. Todas estas cosas están incluidas en este amor. Pero proféticamente, este amor “iba a faltar en la mayoría de gente de este tiempo”.
¿Cómo podemos nosotros ‘no ser parte’ de esa mayoría?
Aprendamos a sentir el dolor ajeno, porque esto nos va a ayudar a usar empatía en todos nuestros tratos con los demás. Enseñemos a nuestros hijos a hacer lo mismo. Nuestros hijos suelen aprender las acciones que nosotros hacemos y nunca lo que decimos. Es por ello que debemos practicar las cosas que les enseñamos. Si no lo hacemos, lo más probable es que ellos terminen actuando de una forma contraria a nuestras enseñanzas, y encuentren su propio patrón de aprendizaje en los sitios equivocados.
Seamos un ejemplo para nuestros hijos. No les enseñemos que ‘ellos son más que nuestros vecinos’, puede que cuando usted quiera revertir esta enseñanza, sea demasiado tarde. Enséñele la humildad y a sentir cariño por todas las cosas vivientes de este mundo. Gente, árboles, animales, todo en general. De esa manera, cuando le llegue la oportunidad, enseñarán a sus propios hijos a sentir el mismo cariño y lo que es más, también los enseñará a sentir ‘el dolor ajeno’.
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