POR: BLAS LIRANZO LORENZO
Esto me pasó en una vacaciones escolar en los primeros años de la década de los 70s. Estudiaba en Hondo Valle y al llegar las vacaciones me iba a mi terruño de origen a pasarlas con mi familia y mis amigos de infancia allá en Hato Viejo y Colomé,
Pueblitos de la provincia de Elias piña.
Pueblitos de la provincia de Elias piña.
En Elias Piña el río Caña diferente a Hondo Valle tenía un cauce bastante amplio, esto por los pequeños ríos que accesan al mismo, por lo que se convertía en algunas zonas peligroso y sus aguas con un alto nivel de contaminación, cosa que era muy mínima en la zona de Rancho de la Guardia y Hondo Valle, donde nace.
Asimismo, en esa época (no sé ahora) en la parte de la cabecera de la provincia, el rio tenía muchos peces, los cuales constituían una fuente de ingresos y de sustento de algunos residentes en su entorno.
Terminada las clases de uno de los años 1972 o 1973, no recuerdo cual de ellos, llego de vaciones y de una vez hago contacto con los amiguitos contemporáneos, para irnos al río a pescar con los anzuelos de un vecino. Esto lo hacíamos con mucha frecuencia, pero yo casi nunca pescaba nada , mientras mis amigos lo hacían con mucha facilidad.
Una mañana voy donde un vecino a buscar a un amigo que siempre me acompañaba en ese pasatiempo y otras travesuras en el rio, pero no estaba disponible, solo estaban en la casa dos niños pequeños, uno como de nueve o diez años y el otro un pequeñín de menos de dos años. Le dije al niño más grande que me buscara una caña de pescar y arranqué solo para el río. Allá duré como tres horas, pero como siempre no pesqué nada, salvo algunas picadas de mosquitos, por lo que decidí regresar a la casa,
Al retornar pasé por la casa del vecino y le entregué la caña de pescar al niño más grande, ya que aún los mayores no habían regresado a su hogar. Media hora después estoy en mi hogar y oigo una algarabía en la casa del vecino, por lo que arranco para allá y encuentro que el niño de menos de dos años tenía el anzuelo incrustado en el labio inferior, ya que al parecer tomó la caña y se llevó el anzuelo directamente a la boca.
Un descuido tanto mío como del niño más grande, que no pusimos la caña de pescar en un lugar adecuado, por lo que por poco termina en la desgracia de ese pequeño y la infelicidad tanto mía como de sus familiares. Llegó el padre del niño, hombre conocedor de pesca y logró sacarle el anzuelo del labio al pequeño, lo llevó al dispensario médico del hoy Distrito Municipal de Sabana Larga, que era el más cercano y curaron al niño.
En la actualidad ese niño es un alto oficial del Ejército Nacional, que por un descuido ese anzuelo le desgracia la vida y deja la infelicidad tanto en mi como en su familia. Esto se quedó grabado en mi memoria y nunca volví a pescar con anzuelo ni con nada, siendo la razón fundamental por la que nunca acompañara a los muchachos que conforman el equipo humano de esta página en sus aventuras de pesca en el Mar Caribe, cuando vivíamos en El 17 de Haina.
Terminada las clases de uno de los años 1972 o 1973, no recuerdo cual de ellos, llego de vaciones y de una vez hago contacto con los amiguitos contemporáneos, para irnos al río a pescar con los anzuelos de un vecino. Esto lo hacíamos con mucha frecuencia, pero yo casi nunca pescaba nada , mientras mis amigos lo hacían con mucha facilidad.
Una mañana voy donde un vecino a buscar a un amigo que siempre me acompañaba en ese pasatiempo y otras travesuras en el rio, pero no estaba disponible, solo estaban en la casa dos niños pequeños, uno como de nueve o diez años y el otro un pequeñín de menos de dos años. Le dije al niño más grande que me buscara una caña de pescar y arranqué solo para el río. Allá duré como tres horas, pero como siempre no pesqué nada, salvo algunas picadas de mosquitos, por lo que decidí regresar a la casa,
Al retornar pasé por la casa del vecino y le entregué la caña de pescar al niño más grande, ya que aún los mayores no habían regresado a su hogar. Media hora después estoy en mi hogar y oigo una algarabía en la casa del vecino, por lo que arranco para allá y encuentro que el niño de menos de dos años tenía el anzuelo incrustado en el labio inferior, ya que al parecer tomó la caña y se llevó el anzuelo directamente a la boca.
Un descuido tanto mío como del niño más grande, que no pusimos la caña de pescar en un lugar adecuado, por lo que por poco termina en la desgracia de ese pequeño y la infelicidad tanto mía como de sus familiares. Llegó el padre del niño, hombre conocedor de pesca y logró sacarle el anzuelo del labio al pequeño, lo llevó al dispensario médico del hoy Distrito Municipal de Sabana Larga, que era el más cercano y curaron al niño.
En la actualidad ese niño es un alto oficial del Ejército Nacional, que por un descuido ese anzuelo le desgracia la vida y deja la infelicidad tanto en mi como en su familia. Esto se quedó grabado en mi memoria y nunca volví a pescar con anzuelo ni con nada, siendo la razón fundamental por la que nunca acompañara a los muchachos que conforman el equipo humano de esta página en sus aventuras de pesca en el Mar Caribe, cuando vivíamos en El 17 de Haina.
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