Mientras vivíamos en el kilómetro 17 del municipio de Haina, las ausencias de nosotros eran pocas; y digo nosotros abarcando a todos los muchachos del 17. Era raro quien se ausentara del barrio por una semana o por unos días considerables.
Siempre había un grupo en la cancha, en la playa, de pesca, en el play, en el lago Charco Azul, etcétera. Uno que otro podía estar en la universidad (casi siempre en la UASD), y así por el estilo. Nuestras salidas eran siempre cortas y rutinarias.
Un domingo, doña Dolores, mandó a su hijo Osiris a llevar un dinero al municipio de Sabana Grande de Palenque, y éste a su vez invitó a Carlos Liranzo, lo cual aproveché para pegarme.
Era una gran oportunidad para romper la rutina y salir a un lugar diferente. Además, ni mihermano Carlos ni yo habíamos visitado antes ese poblado.
El viaje se hizo según lo estipulado, de Haina a San Cristóbal, de ahí a Sabana Grande de Palenque.
Cuando llegamos a Sabana, a eso de las 10 de la mañana, me pareció que aquello era tan aburrido, que solo las personas mayores podían vivir allí, no se veía una juventud por ninguna parte.
Instamos a Osiris a entregar el dinero enviado y a retirarnos de allí lo más rápido posible. Pero la tía de Osiris (hermana de Doña Dolores), insistió en que nos quedáramos a almorzar; Iban a ser unas dos largas horas, a no ser por una visita espontánea.
Se presentaron allí tres corpulentas jovencitas que me hicieron cambiar de opinión.
De pronto Palenque se volvió divertido y atractivo, pues de las tres muchachonas, dos eran primas de Osiris, lo cual facilitaba la 'repartición' y al parecer Carlos y yo les caímos bien a las primas.
Nos informaron las muchachas que las discotecas de Sabana Grande de Palenque abrían temprano los domingos y que si pedíamos permiso a sus padres, nos acompañarían a dar una bailadita. De acuerdo, iremos a sus casas más tarde, dijimos.
Éramos apenas tres mozalbetes y pensábamos que quizás nos negarían el permiso de salir con las tres beldades. Para aparentar más edad, compramos una cajetilla de cigarrillos y empezamos a fumar en el patio de la tía como murciélagos hasta que a Carlos se le ocurrió decir: - Tíguere, esta vaina lo que me ha dejado es un bajo a humo en las manos y en la ropa... Osiris y yo estuvimos de acuerdo y decidimos botar los cigarrillos.
Le regalamos la cajetilla de fósforos a la tía, a quien también hubo que explicarle la situación de que no éramos fumadores y que solo tratábamos de parecer más adultos, pues ya ella se estaba formando una mala impresión de nosotros, y solo nos dijo “eso los hace ¿más hombres o menos hombres? La tía nos trajo a la realidad cuando pregunto: -...Y ustedes tienen cuarto para llevar mujeres a la discoteca?
La pregunta de la tía nos hizo recapacitar; la bailadita hubo que posponerla para otro día (que nunca llegó), pues habíamos olvidado ese detalle, ¡teníamos justamente el dinero del pasaje a Haina! ¡Seco Completamente!