"Un Campesino en la ciudad"
Por: Garybaldi De Óleo (hondovayork)
Quisiera a veces que Boca Chica, Pantoja o Haina fueran Hondo Valle. Es difícil tener y concebir las cosas solamente en el corazón y en la mente ¿verdad? La realidad es cruda y dura, es cruel; pero es la realidad al fin y al cabo.
No siempre se puede ganar y cumplir los deseos innatos que nos llegan al pensamiento.
Por la distancia, la falta de atención de las autoridades, la apatía de la gente y otros tantos temas coyunturales, pueblos como Hondo Valle han permanecido en el atraso, con marcadas limitantes en aspectos tan fundamentales y trascendentales como la salud y la educación.
Si por casualidad le toca hacerse un examen médico especializado, no basta con trasladarse 75 kms hasta San Juan de la Maguana, el sitio más cercano con medicina un tanto ‘avanzada’, tiene que recorrer los 275 kms hasta la ciudad Capital y permanecer el tiempo requerido para hacerse los estudios, esperar los resultados y determinar el tratamiento a seguir.
Si tiene suerte y si la determinación de los estudios lo permite, su estadía será corta; pero si no, deberá esperar unos cuantos días, cuando no semanas, las cuales regularmente a nuestros viejos se les hacen largos e interminables.
A pocos, por no decir a ninguno, le agrada la idea de alejarse de ese friíto eterno de su tierra, de ese café matutino en compañía de sus compadres y comadres, esos cigarros de puro tabaco, esas gallinas del patio, esos conuquitos.
Doña Ady (así llamaremos a la protagonista de nuestro relato), motivado por algunos achaques de salud que sufría desde hacía algunos días, comenzó su trajinar de carros-a-guaguas-clínicas-tiendas, porque eso sí, los aprovechaba para resolver las mil y una diligencias pendientes.
Ese viaje que originalmente era por motivos mayores de salud, representaba una oportunidad para tramitar algún documento, comprar un mosquitero, unos trastos, ‘arreglarse una muela’, visitar un compadre enfermo o un tío que lleva años sin ver, comprarse unos lentes, revelar unas fotos, etcétera, etcétera.
Nuestra amiga Ady, una señora de mediana edad, no era para nada fantasiosa o pretenciosa, no le gustaba alardear con prendas ni vestimentas llamativas y cargaba apenas con lo necesario.
Calzaba zapatos bajitos, para las largas caminatas que siempre tenía, cartera con lo indispensable, pantalón y blusa desahogada, en fin, andaba preparada solamente con lo necesario para moverse.
Esa mañana del viernes mientras caminaba hacia una tienda, Ady encontró a un señor con cara de preocupación y ‘buscando’ afanosamente en la orilla de la acera y entre la grama. Esto llamó su atención y por la curiosidad que siempre acompaña a todo aquel que tiene deseos de ayudar (bueno, en su caso particular, otros tendrían diferentes motivos) se puso de reojo a mirar también por las orillas y entonces ¡vaya ‘sorpresa’¡ dio con lo que al parecer el caballero aquel estaba buscando con tanta premura: un hermoso y brillante anillo!
¿Quieres saber cómo termina esta conmovedora historia?