Valiente a la fuerza
Por: Carlos Manuel Liranzo
Por: Carlos Manuel Liranzo
Tal como les prometí, aquí les narro mis vivencias en los 24 kilómetros más largos del mundo: de Hondo Valle a El Cercado.
¡Aquellos tiempos eran hermosos! Nos íbamos del Kilómetro 17 de Haina, a disfrutar de nuestras vacaciones a Hondo Valle. Este era un disfrute compartido, por un lado los hondovallense ausentes, nos juntábamos, planeábamos y a veces hasta llegábamos todos juntos en un autobús alquilado.
Por otro lado estaban los hondovallenses presentes, quienes nos esperaban con todo amor y hasta hacían comisión de recibimiento, en las ocasiones en que se rentaron autobuses. Supongo que esa tradición todavía se conserva. Éramos jóvenes sanos, y como dice mi amigo Enmanuel Ventura, sin la menor idea de lo que era el reguetón.
No cambiaba un día en Hondo Valle por nada en el mundo. Allí me esperaba la novia de mi juventud. Mi vida de adolescente era simplemente formidable, creía que lo tenía todo, aunque algo estaba a punto de cambiar. Me quedé sin novia.
Por otro lado estaban los hondovallenses presentes, quienes nos esperaban con todo amor y hasta hacían comisión de recibimiento, en las ocasiones en que se rentaron autobuses. Supongo que esa tradición todavía se conserva. Éramos jóvenes sanos, y como dice mi amigo Enmanuel Ventura, sin la menor idea de lo que era el reguetón.
No cambiaba un día en Hondo Valle por nada en el mundo. Allí me esperaba la novia de mi juventud. Mi vida de adolescente era simplemente formidable, creía que lo tenía todo, aunque algo estaba a punto de cambiar. Me quedé sin novia.
Esas vacaciones en Hondo Valle fueron diferentes. Estaba muy triste, y sintiendo que no tenía mucho disfrute del panorama me embarqué de regreso a casa, en la camioneta de Don Marino.
Bajo estas condiciones los 24 kilómetros se me hicieron mucho más largos y todavía se iba a poner peor.
Bajo estas condiciones los 24 kilómetros se me hicieron mucho más largos y todavía se iba a poner peor.
Llegando a El Cercado, se le dañó una goma a la camioneta de Don Marino y acto seguido, aplicó sus conocimientos de mecánica y reparó el vehículo con un gancho de ropa, amarrando algo debajo del bonete.
Al llegar a la cuesta de la entrada del pueblo de El Cercado, (bajada respetada por choferes de mucha experiencia), Marino se paró y dijo: "El que tenga miedo que se baje ahora"... como resultado todos comenzaron a bajarse hasta que quedé yo solo, y no por deseo... porque deseo de bajarme sí tenía.
Don Marino entonces me dijo:"Vámonos Carlos porque aquí nadie tiene las agallas para bajar esta loma.... son unos miedosos”. Todo salió bien y así fue como yo fuí "un valiente a la fuerza".
Al llegar a la cuesta de la entrada del pueblo de El Cercado, (bajada respetada por choferes de mucha experiencia), Marino se paró y dijo: "El que tenga miedo que se baje ahora"... como resultado todos comenzaron a bajarse hasta que quedé yo solo, y no por deseo... porque deseo de bajarme sí tenía.
Don Marino entonces me dijo:"Vámonos Carlos porque aquí nadie tiene las agallas para bajar esta loma.... son unos miedosos”. Todo salió bien y así fue como yo fuí "un valiente a la fuerza".
Primera Publicación: 04/29/08.