Un pescador muy especial
El señor Feliciano Liranzo Ogando era uno de esos raros políticos que se llevaba bien con los suyos (Los Reformistas) y con los de la oposición. Era buen amigo de los Perredeístas, Pecudeístas, Peledeístas y demás gentilicios terminados en “istas” de su época. Los opositores en Haina, no pensaban igual que “El Mano Lira” (como lo apodara Don José Genao Senior), y cuando ganó otro partido, en el año de 1978, inmediatamente Don Liranzo se quedó sin empleo.
Esto ratificó el dicho de que “No hay mal que por bien no venga”; pues en su tiempo de ocio (todo el día), teníamos la felicidad de tener a nuestro Padre más tiempo en la casa.
Sus anécdotas y cuentos eran bien jocosos y, aunque a veces se deprimía un poquito, la pasábamos bien con lo poco que podía ingresar a la casa.
Con cierta regularidad, algunos de los muchachos del 17 íbamos a pescar a la playa de Gringo, en Haina, no muy lejos de nuestra casa. Yo logré convencer a mi padre de que se integre al grupo y aceptó ir con nosotros. Le preparamos un cordel de nylon (nailon) con su respectivo anzuelo para que se inaugurara como pescador.
¡SECO COMPLETAMENTE!
Papá se entusiasmó con su cordel de pesca, pero los peces tenían más destrezas que él, y a pesar de que estuvimos desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde, mi Padre lo único que cogió fue mucho sol.
Como la temporada era buena para la pesca y Don Liranzo se había entusiasmado con este pasatiempo, era el primero en organizar el viaje. Pero El Viejo “Nananina de nada. ¡Seco Completamente!”; todos los días se iba en blanco. Gersin decía que no se podía tirar el anzuelo cerca del ManoLira porque ya esos peces no tenían hambre.
Un día, el grupo de pescadores no tenía ganas de ir a pescar, pues había llovido la noche anterior, y la pesca así no es buena; pero don Liranzo quería ir y convenció a Julio, Gersin, Juan y a Mí.
Ese día lo único que cogimos fue “la Cuerda”, pues dejamos de jugar pelota para desperdiciar la tarde tirando anzuelos en vano. Decidimos que no era muy tarde para ir al play, y recogimos los anzuelos y hasta la carnada que habíamos llevado estaba intacta.
Por el camino de retorno, algunos de los muchachos se habían detenido a tumbar uvas de playa y a don Liranzo se le ocurre tirar el anzuelo en una zona rocosa y de poca profundidad, mientras esperábamos a los muchachos.
Le dijimos que ahí solo había muchos Erizos y estos no muerden anzuelos, además, lo más posible en esa zona era que el anzuelo se encallara entre ramas y rocas, y que perdiera un pedazo del cordel con todo y anzuelo.
El Viejo, convencido de eso empezó a recoger su cordel a gran velocidad. El brillo del anzuelo nos decía que ya faltaba muy poco, cuando de repente, como de la nada; saltó sobre el anzuelo un gran pez del tipo Palometa, de casi tres libras, la cual quedó enganchado en el anzuelo, casi a los pies de Don Liranzo, que sorprendido, no encontraba qué hacer.
La palometa fue la cena de esa noche y, que yo recuerde, fue el único pez que atrapó don Liranzo en toda su vida como pescador.
Dionicio Liranzo Montero. hondovallesur@hotmail.com