En los tempranos años de la década de los 70’s el volibol era tan famoso y tan contagioso en Hondo Valle y el resto del sur, que los jóvenes de la época no pudimos resistir la tentación del aclamado deporte, y hacíamos canchitas por todas partes.
Dondequiera que había un patio los adolescentes del área no perdían el tiempo para instalar una soga en dos palos y ‘a jugar se ha dicho’. Otros más ingeniosos tejían mayas que parecían de verdad, aunque diferían en cuanto al tamaño de la original.
Y eso pasaba en El Cercado, en Las Matas de Farfán, Elías Piña, En San Juan y los pueblos del suroeste. A decir verdad, era una fiebre contagiosa de volibol que había en todo el país.
Debido a que los adolescentes y niños de la época no teníamos cabida en el volibol de los grandes, excepto buscar las bolas rematadas que iban a parar casi a la calle Duarte, a una velocidad kilométrica, entonces nos vimos en la necesidad de inventar algo.
Alix, un joven de unos 16 ó 17 años de edad, era uno de los hijos menores del teniente Pereyra, quien vino como comandante del cuartel del Ejército Nacional en Hondo Valle.
Como su casa tenía un patio grandísimo, decidió hacer una canchita allí, la cual todos llamábamos la canchita de Alix. En las tardes, después del regreso de la escuela éramos fijos allí.
Podría Yo decir, que después de la cancha de los grandes, situada al lado de la iglesia católica, donde está hoy el centro médico dental, la canchita de Alix era la que seguía.
Hasta público teníamos también, por estar entre dos calles y frente al parque.
Era divertido hacer un deporte que a uno le gusta, y compartir sanamente con los amigos. A todos aquellos muchachos que hoy ya no son tan muchachos, vayan mis saludos, porque sé que ustedes se recuerdan también de esos momentos inolvidables, cuando hoy ven a sus hijos practicando cualquier deporte que sea.
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