sábado, 23 de abril de 2011

AÑORANZAS

Monólogo en el Río Caña



Caminando por ahí...



Por: Feliciano Liranzo




Caminando por ahí… por esos caminos llenos de cadillos y espinitas de naranjas agrias…
Caminando por ahí… en contra del Río Caña… río arriba como si quisiera llegar hasta su nacimiento… y descubrir de dónde baja tanta agua… y preguntarle por qué se lleva el Puente cada vez que llueve a cántaro.

Y preguntarle por qué cobra la fuerza de un río grande, si cuando no llueve está tan sereno e inofensivo. Nos conformábamos con el agua que tenías cuando éramos apenas niños… daba para todos y para todo… para que las muchachas lavaran su ropa en sábado, para que nosotros quitáramos el lodo acumulado en aquellos pesados sacos mojados que servían de alfombra de entrada a las casas, para bañarse en el Charco de los Hombres, para que las féminas se bañaran en su Charco de las Mujeres… y nosotros, niños al fin, como no teníamos un charco designado… nos bañábamos donde queríamos… y en nuestros propios charcos infantiles… porque tu agua era suficiente para todos… incluso para aquellos que te desviaban con sus regolas rumbo a sus conucos…



Caminando por ahí… por tu lecho ancho y largo coronado por piedras achatadas y cristalinas, aquellas que renovabas cada vez que subía tus caudales… y nos desbaratabas los charquitos que nuestras manos inocentes hacían… pero eso no nos enojaba, porque cuando tú subías tus fuerzas bravías… en dos días sabíamos que nos íbamos a dar gusto haciendo charcos más hondos y más grandes… hasta una de tus piedras movidas podíamos coger como trampolín.




Caminando por ahí… por tu largo camino de agua fresca, para ir tras las jaibas que no se dejaban agarrar porque eran más rápidas que nosotros... nuestras manos eran más frágiles que sus tentáculos… pero disfrutábamos hacerles creer que no le teníamos miedo.. y tus jaibas, salidas de tus entrañas mismas, muy pocas veces nos mordían… porque aunque íbamos tras ellas, esperábamos que fueran lejos para intentar capturarlas… qué bueno… eran tuyas, como los pececitos, un poquito más grandes que los de la Noria.




Caminando por ahí… río arriba… comiendo guayabas que nos encontrábamos muy dulces, aunque nos doblaban la cara al morderlas… o comiendo tus muy dulces pomorosas… eran más bellos que sabrosos, pero nuestros al fin…
Caminando por ahí… por tus veredas de aguas que agradaban a nuestros pies descalzos… y comiendo tus guamas sabrosísimas… y qué bueno, porque jamás he vuelto a ver ni comer esta fruta tan rica…
Gracias Río Caña por dejarme verte otra vez con aguas abundante y con tus riveras anchas por las crecidas que dejaron en tí más agua, nuevas piedras achatadas y nuevas jaibas… gracias por dejarte ver así como eras antes… y como sigues siendo: hermoso, romántico, amigo de los niños… aunque solo sea en mi nostálgica imaginación.



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