Una noche, mis hermanos Moreno, Carlos y Yo estábamos en el mencionado hogar, acompañados de sus hijas Olguita, Zunilda, y de sus sobrinas Mary Nellys y Ruth Esther, leyendo y comentando unos libros de historietas que las muchachas habían llevado a Hondo Valle desde Santo Domingo.
El lugar era la sala de la casa la cual estaba provista de una enorme mesa de madera que nos permitía a todos acomodarnos, pero mi asiento era el más alejado del grupo, lo que provocaba una escasa visión para mí, pocas opiniones y nulas atenciones.
Parecía como que Yo no estaba y esto en un niño causa un efecto que le hace de alguna manera llamar la atención, lo cual logré con la peor de las opciones: estrellé fuertemente uno de los libros (de carpeta dura) en la mesa, causando un enorme ruido y con éste dando lugar a que una Señora enferma, Doña Punila (La mamá de Doña Olga, esposa de Don Alcides), entrara en crisis y empiece a llamarla en voz alta con un aparente ataque de histeria, asustándonos a todos los niños y niñas.
Por supuesto con la llegada presurosa de Doña Olga, todos fuimos a parar afuera de la casa y por un tiempo fui expulsado, involuntariamente, de las actividades del grupo y de los otros muchachos.
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