(Parte 2)
Era impresiónate ver las coloridas vestimentas de aquellos atletas. El Matemático lucía una hermosa vestimenta de rojo brillante, con un cinturón de campeón que llevaba su nombre en letras presumiblemente de oro. En cambio El Faraón Rojo, hacía lucir su capa de cuerpo entero y una máscara, que según se comentaba, no se había quitado desde que comenzó a luchar.
Muchos luchadores compartían el cuadrilátero, La Momia, El Faraón Azul, El Shagui entre otros. La sorpresa que se llevó Hondo Valle fue ver uno de los nuestros en el cuadrilátero haciendo despliegue de saltos y con una agilidad increíble...Su nombre: “El Castorcito”, un pequeño indio en la personificación de Nenito, nieto de Don Nano, un joven que se fue a vivir a San Juan.
El Castorcito, se llevó la victoria como era de esperarse, era casi imposible que perdiera en su tierra natal con el calor y los aplausos de su fanaticada. Por más de una semana los luchadores deleitaron el pueblo con dos carteleras y varias charlas educativas para la juventud.
Tuve el placer de estar presente en cada una de esas charlas, aún con slo diez años me atraía mucho el deporte del cuadrilátero.
A la salida de estos colosos de la Lucha Libre, me quedé practicando con mi gran amigo Milton Encarnación y logramos dominar varias técnicas de la Lucha Libre. Nuestro momento estelar vino en una velada organizada por el Club Juventud de Hondo Valle (JUHOVA) en la misma gallera en donde ‘los grandes de San Juan’ se habían presentado.
Por primera vez en la historia del JUHOVA el programa incluía Lucha Libre, y nosotros fuimos los héroes de esa noche. La manera magistral como Milton y yo realizamos aquella competencia, hizo que el público ‘se viniera abajo’ en aplausos, único recuerdo que guardamos de aquellos tiempos inolvidables.
La fiebre de la Lucha Libre terminó en Hondo Valle, la ausencia de El Matemático y su cuadra, hizo que se apagara aquella llama encendida. Al Castorcito solo lo volvimos a ver de forma ocasional en sus visitas pasajeras.
Al final mi amigo Milton Encarnación se fracturó un brazo practicando un ‘patada voladora’, y el sueño de los luchadores hondovallense se tronchó y se quedó dormido en la historia del Sur Profundo.
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