Por: Julio César Liranzo
Se hacía una costumbre, ayer mucho más que hoy, que quienes venían de Hondo Valle hacia acá (Santo Domingo y su periferia) trajeran algunos productos propios de nuestra tierra natal. Eran comunes los panes, las galletas, par de aguacates... y una rica mantequilla casera, de color blanco, que se acostumbraba a embasar en los potes de aceituna de entonces, mediados de los años ochentas.
Una tía que acababa de llegar de Hondo Valle, descargó sus bultos en la habitación y llevó una funda de panes y otra de galletas a la cocina de mi casa y se fue a saludar a los que no había visto… Yo muy amante de la comida, procedí a preparar dos grandes panes con mucha mantequilla, la cantidad que uno se atribuye cuando se sirve de primero y solo, y me fui a un lugar tranquilo y solitario a degustar mi manjar.
Ignoraba quien escribe, que mi tía, aunque había traído los panes no trajo mantequilla alguna y que aquello que estaba sobre los panes era un desrizado para el pelo, que blanco, como la mantequilla casera, y se envasaba exactamente en un pote igual y alguna de las mujeres había puesto en la mesa para tratarse el cabello.
Este desrizado era tan potente que no se aplicaba con las manos, había que usar guantes y quemaba incluso el cuero cabelludo de las féminas…. imagínense qué me pasó al dar la primera mordida a aquel “Sándwich Asesino”...
Todo fue muy triste, pues tenía toda la boca destrozada en el interior, sólo ingerí líquidos por una semana…..y lo peor era que no lo podía decir a nadie, so pena de ser tildado de "comelón" o de “Mañoso”.
Todo fue muy triste, pues tenía toda la boca destrozada en el interior, sólo ingerí líquidos por una semana…..y lo peor era que no lo podía decir a nadie, so pena de ser tildado de "comelón" o de “Mañoso”.
*Foto de portada: Cortesía de Villa Piedra Imagen.