miércoles, 18 de agosto de 2010

EN OTRAS LATITUDES

“¡Abran paso que ahí voy Yo!”
Un día caluroso en las afueras de la ciudad de Atlanta, unos amigos decidieron aprovechar las altas temperaturas del verano para inaugurar con una ‘fiestecita’ su nueva casa, que contaba con una piscina comunitaria. Mi familia tuvo el privilegio de ser invitada por el lazo de amistad que nos unía con los anfitriones de dicha fiesta.

Pasamos por el ritual de conocer la nueva casa completa, incluyendo el sótano, el balcón y el jardín. Después pasamos a comer una suculenta comida preparada por los nuevos propietarios y algunos voluntarios que se ofrecieron a traer “el plato principal de su país”.
Los dominicanos llevamos un ‘mangú con bacalao’, una familia mexicana nos deleitó con unos ‘tacos acompañados de pico de gallo’, una familia cubana cocinó una ‘ropa vieja’, y con cada país el menú crecía y crecía.
Después de un descanso, las conversaciones edificantes llenaron el ambiente, y aunque algunos le parezca extraño, no se sirvieron bebidas alcohólicas, no porque son malas, pues en forma responsable, algunas familias la sirven con moderación y en forma discreta.
Pero, en el estado de Georgia ‘un trago puede ser mucho más que un trago’, y me explico. Si usted decide servir bebidas alcohólicas en sus fiestas… usted es responsable de lo que suceda desde el momento en que sirvió la bebida, hasta que la persona servida esté a salvo en su hogar.
Esto no deja al que toma sin responsabilidad, si conduce aunque solo haya tomado ‘un solo trago’ la policía puede apresarlo por conducir bajo los efectos del alcohol, y está a discreción del oficial en cuestión si usted seguirá conduciendo o no; esta es la llamada ley de "No Tolerancia".
Visto lo ya descrito, “no fue el alcohol” que me hizo actuar irreflexivamente, me cegó el calor y las ganas de ‘zambullirme en la piscina’. Cuando los anfitriones mencionaron la piscina, yo fui el primer voluntario que se ofreció a inaugurarla. Ya con mis ropas de baño, me apresuré adelante ignorando todo tipo de letreros, el cual aclaraban las reglas, entre las que estaban ‘no correr’, el horario de apertura y la hora de cerrar… ¡ah! y la profundidad...
“Por más rápido que corrí, los niños (uno diez de ellos) ya estaban en la piscina, por supuesto, habían entrado de la manera correcta. Yo me decidí a hacer “un clavado espectacular”, ¡En el aire, alcancé a escuchar voces que me advertían de la profundidad de la piscina!...”
¡No te tires…que son solo tres pies!”. Era demasiado tarde para volver atrás. Sentí el duro golpe en la cabeza, y oí voces y pasos de los niños que gritaban: “Sangre…salgan de la piscina”... ¡Ironía de la vida, entre los que corrían estaba mi hijo de 9 años, de quien yo esperaba que me ayudara!
Varios amigos acortaron la fiesta para llevarme al hospital, y después de una espera ‘casi sin final’, pasamos al doctor. Mi preocupación era un discurso que tenía antes un público de más de 200 personas al día siguiente, es por ello que mi pregunta al doctor no se hizo esperar…Doctor, ¿Me va a raspar la cabeza? Él calmadamente me contestó: “No mi hijo, aquí no hay nada que raspar, creo que ya ese trabajo el concreto lo hizo por nosotros”.
Al otro día en la mañana fui a mi trabajo, y escuché “la misma historia, pero con resultados diferentes”; un compañero de trabajo había cometido el mismo error en una piscina un poco más profunda que la que yo me había tirado… él quedó inválido para siempre. Entonces, agradecí a Dios “el protegerme” y sólo salir con ‘seis puntos y un raspado’ en la cabeza… los cuales exhibí con orgullo en mi presentación esa misma noche.

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